Víctima

Mikel Buesa

IV Congreso Internacional sobre Víctimas del Terrorismo
Enero de 2008

Blog de Mikel Buesa, ABC, 19-enero-2008

Ser víctima del terrorismo constituye un acontecimiento inesperado y desconcertante. A mí me sorprendió hace casi ocho años, en una fecha aciaga que no olvidaré nunca, mientras grababa una entrevista con una radio local de San Sebastián, cuando tres asesinos de ETA accionaron el coche–bomba con el que mataron a mi hermano Fernando y a su escolta Jorge Díez. En mi familia todos sabíamos que sobre Fernando pesaba la amenaza terrorista, pero nunca habíamos querido creer que ese desafío fuera a hacerse realidad, seguramente porque ocultarlo en algún recóndito lugar de nuestra mente era la única manera de poder vivir en libertad. Y no es que no tuviéramos miedo; es que nunca dejamos que el miedo se trocara en cobardía.

Aquella tarde invernal y desapacible cundió en mí el desconcierto, todo fue turbador: ¿cómo llegar a comprender que, en un instante, alguien, un ser humano, ha sido capaz de decidir acerca de la suerte vital de otro hombre, matándolo? Uno puede saber muchas cosas, es verdad. Y ha oído la vieja historia del Génesis: de cómo el conocimiento del bien y del mal da al hombre la posibilidad de reproducirse, de crear vida, pero también de perpetrar con sus manos la muerte. Adán y Eva, Caín y Abel; la historia que hace participar al hombre del mismo saber que tiene Dios cae como una pesada losa sobre nosotros. Uno tiene noticia de que se han cometido crímenes, de que tal o cual persona, a la que no conoce, ha sufrido un atentado. Y se ha indignado con ello. Y ha recordado tantas veces la sentencia de Castellio: «matar a un hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre». Pero cuando llega el momento en el que tal acontecimiento le roza a uno tan de cerca, cuando, como yo, se afronta el hecho mientras las televisiones lo retransmiten en directo, entonces no se sabe qué decir ni qué pensar; las palabras fallan y no sirven para expresar ese saber que sólo es aprehensible a través del sufrimiento y que, primero, de una manera fugaz y, más tarde, de un modo invasivo, te hace penetrar en el Mal y te revela la soledad radical con la que se afronta la existencia humana.

Es entonces cuando uno se siente abandonado, desamparado. Cuando percibe que se ha roto ese vínculo esencial que nos une a todos los seres humanos y nos hace esperar de los otros su ayuda en los momentos de dificultad. Es entonces cuando me invade un sentimiento de desconfianza que aún persiste; cuando percibo el pesaroso silencio de Dios y de los hombres.

Sé que para algunas de las personas con las que comparto la experiencia victimal, ésta les ha reafirmado en su fe. Veo en ellos el reflejo del judío Yósel Rákover y podrían ser de ellos las palabras con las que éste apela a Dios: «Tú haces todo lo posible para que yo no crea en Ti … De nada Te valdrá. Por más que me ofendas, por más que me fustigues, por más que me despojes de lo más preciado y de lo más sublime que tengo en la tierra … siempre creeré en Ti». Yo, en cambio, carezco de esa certidumbre y constato que Dios se ha retirado de la Historia, que su silencio es insondable y que, entre nosotros, se ha abierto un abismo.

No sólo Dios guarda silencio. También lo hacen los hombres, sobre todo cuando miran deliberadamente a alguna otra parte para no afrontar la radical reclamación de justicia que, día tras día, presentamos los que hemos sido víctimas del terrorismo. Una demanda que es penal, pero también política, pues a los que nosotros quisimos no los mataron por haber soportado una culpa. Más bien sus asesinos buscaron en ellos su inocencia con objeto de amedrentar a toda la sociedad y de imponer su voluntad sobre las ruinas del miedo. Ellos fueron víctimas políticas y nuestra exigencia es también política: sólo cuando los que justifican, participan o ayudan a las organizaciones terroristas, los que comparten su ideología totalitaria o se aprovechan de su violencia, se vean apartados de la sociedad, sólo entonces se habrá alcanzado la justicia.

El de los hombres es un silencio interesado. Extiende su manto hasta los rincones más insospechados y muchas veces resulta tan doloroso como el propio atentado. He percibido ese silencio en algunos jerarcas de la Iglesia, principalmente en el País Vasco, pero también fuera de él, para quienes la angustia, la pena o la atribulación son sólo abstracciones y no sentimientos atormentados de personas como yo, de carne y hueso. También en ciertos políticos, incluso los que se decían amigos, para los que nada, ni la vida humana, vale tanto como el poder. Políticos que, en su momento, se acercaron a mí, seguramente para ver que rédito podían sacarme, y que luego me ignoraron, cuando no acabaron ofendiéndome o pagando voceros para insultarme.

Silencio ha sido también el de los amigos perdidos o el de los familiares alejados, incapaces de percibir que las diferencias ideológicas, incluso las partidarias, no tienen por qué anular el afecto. Es éste el silencio para mí más desgarrador, pues contrasta con lo que, desde la infancia, aprendí de la familia de mi padre. Una familia muy extensa, en la que, entre los diez y seis hermanos que poblaban la casa de mi abuelo Ricardo, coexistían importantes diferencias políticas. En la coyuntura de los años treinta, ello dio lugar a las más variadas opciones: unos combatieron en el bando vencedor de la Guerra Civil y otros en el derrotado. Unos conocieron la victoria y otros el destierro o la prisión; pero nada de esta diversidad tan radical hizo mella en su cariño y respeto mutuo. En la carta que, en conmemoración de la muerte de su padre, desde el destierro al que fue condenado, enviaba el 21 de febrero de 1946 mí tío Antonio a su madre y hermanos, se expresa esta lección tan admirable. Refiriéndose a aquél, a mi abuelo, dice: «De conversación agradable, no perdía ocasión para enaltecer a su familia…; dando con ello ejemplo a todo el mundo de cómo deben ser las relaciones familiares.., y la prueba es que todos nosotros, a pesar de ser tantos, habremos podido discrepar en cuanto a nuestras ideas políticas…, pero jamás esta diferencia ha servido para alejarnos unos a otros, ya que anteponemos el concepto de hermandad a los demás sentimientos».

Lamento este silencio. Lamento que, después de tantos años, de tanto sacrificio, no hayamos aprendido nada. Y resuenan en mi cerebro las palabras de Yahvé a Abraham: «Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre …»



Puelles será estadística

David Gistau

El Mundo, 21.06.2009

VOLVAMOS a la entrevista del Follonero a Otegui. La que de pronto se ha vuelto aún más obscena que cuando fue emitida. El simpático reportero no podría ahora negociar con Otegui los 12 puntos de Eurovisión concedidos a España por un País Vasco independiente. No cuando un policía acaba de achicharrarse entre los hierros de un coche reventado por una bomba lapa sin que Otegui haya hecho la catarsis de condenar, tal y como le pedía el Follonero como si le estuviera dando un consejo para dejar de fumar.

Pero Eduardo Puelles no es el primer hombre que sucumbe a un crimen semejante. Antes que él, hubo cerca de mil, niños incluidos. Y, a pesar de ello, el Follonero le habló, enternecido y condescendiente, como si fuera el bajista de una banda de rock culpable tan sólo de haber arrojado algún televisor por la ventana del hotel. Por lo tanto, la pregunta es: ¿cuánto debería esperar el Follonero para volver a humanizar a Otegui? Ahora toca la rutina de la rabia contenida y de las proclamas de unidad y resistencia. Pero cuánto dura eso antes de que Puelles se disuelva en la estadística, como todos los que murieron a manos de la Camorra vasca antes que él. Antes de que humoristas y artistas de progreso, los mismos que criminalizan al PP hasta el punto de exigir un cordón sanitario, vuelvan a atribuir a los verdaderos criminales una naturaleza tan ambigua y disculpable que lo mismo admite chistes que rosas blancas.

Ahora Pachi López y Zetapé prometen resolución y cárcel para los asesinos de Puelles. Pero los casi mil muertos anteriores, cuando no eran ya sino estadística, y no chillidos en un aparcamiento por la mañana, no les impidieron hablar de los hombres de paz, ni declarar que la vida de De Juana Chaos era importante para el Estado, ni sabotear acciones policiales con chivatazos como el del bar Faisán, ni crear por cálculo político un ambiente tal que en la Ser se llegó a decir que el PP era menos democrático que la propia ETA. Así pues, ¿cuán creíble es nuestra conmoción por lo que le ha sucedido a Puelles? ¿Por cuánto tiempo será inconcebible que un humorista le haga a Otegui una entrevista de blanqueo de imagen? Por lo menos, reciente el crimen, al Follonero no le habría quedado más remedio que preguntar a Otegui si las lecciones de civilización que necesita el pueblo español para ser educado en un espíritu más democrático consisten en quemar vivo a un hombre dentro de su coche. Esa pregunta, al menos hoy, no podría haberla esquivado antes de entrar en lo que de verdad importa: los 12 puntos de Eurovisión.

Desde el exilio

Niko Gutiérrez, ex concejal del PSE en Miravalles

ABC, 20-06-09

Con toda seguridad, los chivatos que han guiado a los terroristas para colocar la bomba-lapa en el coche de Eduardo, son los mismos que en octubre de 2007 vigilaron al escolta Gabriel Ginés e hicieron volar por los aires su coche. Seguro que toman los vinos en la herriko taberna De la Peña, cuyo bar presiden los retratos de Ternera y Argala. Tristemente, esta vez lo han conseguido, han asesinado a un buen hombre.

Primero, solidaridad con la familia y luego declaraciones que se reiteran desde hace más de 30 años: «Les enseñaremos el camino de la cárcel», «El pueblo vasco no está con ellos»..., y un largo etcétera de palabras vacías después de casi mil asesinatos.
Pues bien, hay una parte del pueblo vasco que sí está con ellos, entre otros los que votaron a Iniciativa Internacionalista gracias a la supuesta pulcritud jurídica del TC, más bien producida por ceguera judicial. Hay otra parte, que está pero sin que se note: ¿Qué dirá el alcalde nacionalista de Arrigorriaga a la familia.? ¿Les recordará que la principal plaza del pueblo se llama Argala , en honor a uno de los principales ideólogos de la ETA moderna?

Y hay otros que están deseando que pase cuanto antes para seguir haciendo lo mismo que durante los últimos años: ahora negocio, ahora no; hoy encarcelo a la Mesa Nacional, mañana les dejo que se presenten; esta lista está contaminada, la otra conviene que esté limpia... Disculpen este momento de rabia y de dolor, pero creo que los ciudadanos en general, y las Fuerzas de Seguridad en particular, no se merecen reiteradamente estas actitudes.

Han atentado en Arrigorriaga, donde se fraguó el cambio de esa ETA nutrida de una hornada de jóvenes del alto Nervión, capitaneados por Argala, compañero de pupitre de Ternera, posterior dirigente de la banda. Hoy la principal tarea de la democracia es detener a Ternera. Ni un asesinato sin respuesta democrática. Los que han asesinado a Eduardo y sus responsables intelectuales no deben gozar ni de un ápice de impunidad.

Un grito de rabia impotente

Isabel San Sebastián

El Mundo, 20.06.2009

ESTO NO ES UNA columna sino un grito de rabia. La expresión de un hartazgo amargo imposible de encauzar a través del intelecto. Un estallido de impotencia.

He perdido la cuenta de las palabras gastadas en la condena estéril de los asesinos de Eduardo Puelles. Son tantos lustros reviviendo las mismas escenas de dolor incrédulo, tantas ruedas de prensa oyendo promesas huecas, tantas fuerzas perdidas en cargar con una roca que alguien se encarga siempre de hacer rodar montaña abajo� que me he quedado sin fe. Ganaremos algún día, sí. O no. Pero ¿a qué precio? ¿Cuántos hijos tendrán que despedir a un padre calcinado entre los hierros de un coche bomba? ¿Cuántas mujeres escucharán con horror desde el balcón el estruendo que las convierte en viudas? ¿Cuántos falsarios acudirán a funerales que habrían podido evitar?

Ayer, mientras me enteraba por la radio de este nuevo crimen etarra, estaba leyendo en las páginas de este periódico la dimisión de la cúpula antiterrorista del CNI por «desavenencias con la jefatura»; esa «jefatura» tan aficionada a pescar peces espada en aguas exóticas con cargo al contribuyente. Y sentí nauseas.

La víspera había estado comentando con varios colegas la noticia lanzada a través de la televisión por dos ertzainas encapuchados, que tanto escándalo ha causado en la opinión pública. Esto es, la denuncia formulada por esos agentes de que con el gobierno del PNV en el País Vasco no se les dejaba trabajar en la lucha contra ETA. Y sentí ira. Ira, sí, porque hace ya nueve años, en septiembre de 2000, salió publicado un libro titulado El Árbol y las Nueces, en cuya página 165 y bajo el epígrafe «La Ertzaintza, policía de partido», se detalla el modo en que dicho ejecutivo autonómico estuvo boicoteando sistemáticamente la labor de sus fuerzas de seguridad en la persecución del terrorismo. Y nadie hizo nada. Ni la clase política, ni la Judicatura. Nadie movió un dedo para investigar ese fraude formidable a la democracia, a la legalidad y a la ciudadanía. Nadie se atrevió a mirar a la verdad a la cara. Prefirieron sentarse con los terroristas y otorgarles la condición de interlocutores respetables en un imaginario proceso de paz que nunca existió.

Y es que resulta más grato. Es mucho más agradable, a la par que seguro, perseguir a Otegi de buen rollito para demostrar que en el fondo no es mal tío, que jugarse el tipo denunciando, para nada, los trapos sucios de quienes le dan las órdenes. Descansa en paz, querido Eduardo. Por ti, sólo por ti, por tu viuda, por tus huérfanos y por tus compañeros, seguiremos intentándolo.

Otegi y 'El follonero'

David Gistau

El Mundo, 16.06.2009

EL ENCUENTRO de 'El Follonero' y Otegi sentados sobre los peldaños de una escalera poco tuvo que ver con el de los Panteras Negras y Leonard Bernstein en un lujoso ático de Manhattan. Para Tom Wolfe, que elogió los canapés servidos por Bernstein y la cortesía de índice tieso con que discurrió el descubrimiento mutuo de dos ambientes sociales antagónicos, los Panteras eran unos malotes de atrezo con los cuales era fácil e inofensivo para los marxistas rococó rebajar el complejo de culpa burgués y dejarse arrastrar por la fascinación intelectual ante una violencia sin cadáveres. Algo semejante a lo que nuestros turistas de la utopía siempre buscaron en la selva Lacandona, entre poemas, cananas decorativas y escopetas de corcho.

Mayor es la dificultad moral que representa Otegi, símbolo y ariete político de una violencia con estela de cadáveres por quien El Follonero, sin renunciar al colegueo, se dejó impartir lecciones de política civilizada y sobre cómo instruir al pueblo español en cultura democrática. El simpático reportero, que no en vano había ido a hacer humor y a ser guay, en ningún momento cometió con su invitado la insolencia de preguntar a partir de cuántos tiros en la nuca puede darse por asimilada la lección de cultura democrática. O qué dosis es necesaria de extorsiones y secuestros como aquellos en los que el propio Otegi participó cuando aún era un terrorista alborotado sin posibilidad alguna de pasar por hombre de paz ni de protagonizar divertimentos tan superficiales que ni siquiera reparan en las honduras de un dolor mucho más definitivo y cierto que cualquier fascinación intelectual.

A El Follonero se le sienta al lado Otegi y su principal preocupación es averiguar si España podría contar en Eurovisión con los 12 puntos ofrecidos por un País Vasco independiente. Muy graciosa la pregunta, e igual de útil para evitarse problemas que la partida de tute no interrumpida de Azpeitia. Es probable que El Follonero jamás hubiera dado semejante tratamiento a Otegi si no fuera porque la humanización del etarra es una herencia de la pasada legislatura de la cual los afines a la oficialidad no están del todo desprogramados. Pero lo más encantador fue asistir a los escrúpulos de El Follonero cuando se preguntaba si renunciar a coleguear con Otegi sería autocensura. Hasta la democracia más abierta debe identificar a sus enemigos, los que matan a su gente ya sea en la teoría o en la práctica, y decidir sin remilgos que hay cosas que no se hacen con ellos por respeto a tanta sangre derramada. Por ejemplo, chistes.

¡Que paren esto, que me bajo!

Teresa Jiménez Becerril

ABC. 8 de agosto de 2008

NO me importa que el tren esté anticuado, que las vías no se adapten; no acepto más excusas. Quiero que paren esta maldita máquina que viaja hacia ninguna parte mientras los pasajeros contemplamos desde nuestros vagones un paisaje cargado de humillaciones, sin tiempo para reaccionar ante la rápida sucesión de injusticias. ¡Que paren este tren, que yo me bajo! No soporto más la cínica sonrisa de De Juana, ni sus vivas a ETA camuflados, ni sus continuos elogios hacia quienes nos martirizan, ni sus insultos golpeando a los más inocentes. En este largo y fatigoso viaje, el escenario nunca cambia: terroristas que esconden su cobardía bajo un gesto desafiante, mezcla de desprecio y sorna, asesinos materiales, intelectuales, etarras, proetarras, abertzales, jóvenes, adultos, hombres, mujeres, fértiles, estériles, enemigos al fin y al cabo que conocen la ley y conocen la trampa, pero sobre todo conocen las debilidades del país al que quieren destruir, España. Las imágenes se repiten: el asesino que se ríe, sus amigos que festejan, la víctima que llora y el pueblo que se indigna sin mojarse.

El tren atraviesa San Sebastián. Vemos a una señora que llora a su hijo, otra a su marido, una chica a su padre; las acompañan unos pocos creyentes que defienden la libertad y la justicia con convicción, pero sin esperanza; al fondo, la gente que se baña. Al asesino esta vez lo han sacado en agosto, para que el pueblo apagase su indignación con un baño de mar. Y así ha sido. En Madrid, las madres de los jóvenes guardias civiles se amparaban entre ellas, mientras los demás, en vez de gritar. ¡De Juana asesino! a su lado, intentábamos, lejos de la capital, que el sol del verano nos hiciera pasar el frío aterrador que nos producía ver a un criminal como De Juana Chaos injustamente libre. El tren avanza y veo a muchas personas que celebran y me recuerdan a los que juzgan entre cristales y se ríen. Quizá no reirían si la condena fuese eterna. La misma estética, el mismo grito: ¡muerte al Estado español!

Cierro los ojos. No puedo contemplar esa libre celebración sin sentir escalofríos. Siguen ahí, leyendo las palabras de De Juana, que reclama lo que lleva años reclamando, la independencia del País Vasco, lo que reclaman los nacionalistas sin tiros, pero con mucho peligro, lo que reclamó Zapatero cuando habló de la voluntad de los vascos y las vascas, cuando la paz le cegó hasta el punto de apreciar al asesino que hoy públicamente desprecia, cuando intentó hacernos creer que teníamos que ser buenos con los malos para que éstos dejaran de matarnos. Y a quienes no creímos en su falso voluntarismo nos tachó de vengativos y belicosos. Esto sigue, y desde la ventana veo a los terroristas y a sus voceadores lanzando sus proclamas, amparados por la desidia, el miedo, la complicidad y la mala voluntad de unos y otros.

¡Basta! ¿Dónde está el maquinista? ¿Quién está a cargo de este tren enloquecido? Yo, pero no puedo hacer nada. ¿Cómo?, ¿que usted no puede parar esto? Si ni siquiera sabe frenar, ¿Por qué aceptó conducirlo? Y no me cuente que los que lo condujeron antes lo hicieron peor que usted, porque no es cierto. Hubo quien tuvo el coraje de mirar al terrorismo al menos con el desprecio y con el odio que merecía, luchando contra quienes como usted siempre fueron partidarios de ser blandos con los duros. La gente tiene derecho a saber quiénes frenaban en el Parlamento las leyes que pedían más dureza con los asesinos etarras. Además, los de antes hoy no están aquí, y yo y usted sí estamos, así que a asumir responsabilidades, a anular todos los privilegios de los que gozan los terroristas: fuera falsos estudios, trabajos inventados y demás tomaduras de pelo. Ni una hora de condena menos a quienes han condenado a tantos a morir sin culpa. Y sin contemplaciones a la hora de juzgar a quienes les han ayudado a cometer sus crímenes. La tolerancia cuando median las pistolas y la apología del terror es una vergüenza. Yo he pagado un billete y tengo derecho a exigirle que no me lleve por los caminos del dolor y la humillación, señor Zapatero. Hable con quien tenga que hablar, que investiguen lo que tengan que investigar, que descubran lo obvio, pero que actúen, poniendo fin a este viaje de impunidad y de injusticia que tanto hace reír a los terroristas y tanto llorar a sus víctimas.

Yo, Pilar Elías, vivo sobre la cristalería que montó Kandido, asesino de mi marido

El Mundo. Crónica. 20 de julio de 2008

Testimonio / Ante la salida de De Juana Chaos

LOS 10 consejos de la viuda de Baglietto para las víctimas que soportarán la presencia de De Juana Chaos como vecino

IÑAKI ANDRES / PILAR ELIAS

A algunos os conozco. Otros sois mis amigos del alma. A algunos no os he visto nunca. Pero sé lo que sentís los vecinos de la avenida Carlos I de San Sebastián. La calle en la que el asesino Iñaki de Juana Chaos va a vivir a partir del día 2 de agosto, cuando salga de la cárcel, si este Gobierno no lo remedia.

Cuando el domingo pasado leí en Crónica la exclusiva de que De Juana iba a convivir en apenas 150 metros con cinco de sus víctimas, y una sexta que no está en la misma calle, pero sí a pocos metros, no sabía lo que se me venía encima.

El teléfono no paró de sonar. Los periodistas querían saber cómo se vive con el asesino en casa, y yo tengo el dudoso honor de ser el ejemplo más sangrante de una situación así en España.Quizá en el mundo.

Yo, Pilar Elías, vivo sobre la cristalería que montó Kándido Aspiazu -qué asco siento al escribir su nombre-, el etarra que mató a mi marido, Ramón Baglietto, el 21 de mayo de 1980. El miserable se instaló en mi casa el 16 de marzo de 2005.

Esta semana, como todos sabréis, se consumó la fechoría. Milagros Altuna, la mujer del asesino, evitó el embargo de la cristalería comprando en subasta la mitad que era propiedad de él. Ya no me voy a librar de ellos. No tengo ninguna esperanza. Pero no me voy de aquí. Esta es mi casa. La casa de mi marido. De mi padre Ciriaco. Por una cosa estoy contenta: no le ha salido gratis.Ha tenido que pagar 46.438 euros...

¿Vivo en un infierno? Sí. Pero vivo. Y soy feliz. He desarrollado una coraza. Y he pensado, desde la modestia, que quizá os sirva mi experiencia para saber vivir cada día con él al lado, cruzaros con él, coincidir con él en el supermercado o en el estanco.No es fácil. Pero, ¿qué ha sido fácil para nosotros desde que asesinaron a nuestros seres queridos?

1
Celebrarlo todo: ellos no han muerto

Yo me casé con Ramón el 18 de mayo de 1963, y sigo casada con él. Por eso, cada año, en esas fechas, celebro mi aniversario de bodas (tengo dos, de 41 y de 36 años, y cuatro nietos). También viene mi cuñada, si puede, y mis hermanos. No es un día triste.

Y las bodas de plata. Cómo fueron mis bodas de plata. A lo grande.Con toda mi familia. Ahí sí que todos hicieron el esfuerzo de juntarse.

Creo que celebré unas bodas de plata que hubieran hecho feliz a cualquier mujer. Tampoco se nos escapa nunca el cumpleaños de Ramón. La víspera de Reyes de cada año. Eso me ayuda mucho.Parecen cosas superficiales, pero no lo son. Nos ayuda mucho.

Lo que nunca celebramos es aquella fecha en la que mi marido se convirtió en un héroe. Era 1962. María Nieves, la madre de Kándido, paseaba con el asesino de 11 meses y con su otro hijo de dos años, José Manuel. Caminaban frente a la tienda de muebles de mi marido, en la calle Calvo Sotelo. Al niño mayor se le escapó la pelota y corrió a la calzada. Un coche venía demasiado rápido y Ramón consiguió salvar al bebé. A su asesino. El hermano y la madre murieron bajo las ruedas del automóvil.

El asesino no conoció esta historia hasta después de matar a mi marido. Su padre nunca se lo contó. Son cosas de los odios de esta tierra enferma, supongo.

2
El orgullo, cierta chulería: nuestras armas

La mujer del cristalero dice que soy una chula. Que siempre voy con la cabeza muy alta cuando paso por delante de la cristalería.Pues claro que soy chula. Y orgullosa. No bajéis la cabeza. Todo lo contrario. Cuanto más alta, mejor. Y jamás respondáis a los insultos. A las miradas retadoras. Aquí en Azkoitia yo las siento cada día desde hace 28 años.

3
Lucha para que paguen lo que es justo

Y parte de ese orgullo no es sólo de actitud. También hay que pasar a la acción sin amedrentarse. Es verdad que ellos han cumplido con la Justicia su pena de cárcel. Pero lo que nos han hecho no se paga nunca. Yo soy contraria a la pena de muerte, pero en estos casos de terrorismo hay que luchar por el cumplimiento íntegro de las penas si no hay arrepentimiento: que equivaldría a una cadena perpetua. Y tenemos que luchar porque se hagan responsables de pagar las penas económicas. Que se investigue bien cómo compró De Juana el piso. Si cualquier ciudadano hiciera la misma maniobra financiera para eludir su responsabilidad, Hacienda lo crujiría.Yo creo que el Gobierno está pecando por omisión con ellos. No es un Gobierno orgulloso. Se esconde ante la chulería de estos.Nosotros tenemos que exigirles ese orgullo.

4
No responder a las provocaciones

Recuerdo un día en la Residencia de Ancianos de Azkoitia. Yo estaba allí sirviéndole la comida a los ancianos y la madrastra del cristalero se me acercó por detrás: «Oye, a ver si dejas ya en paz a los muertos». Por supuesto, no reaccioné. Esto lo escribo sobre todo por ti, Pilar Ruiz, mi íntima amiga, mi hermana, que sé cómo eres. Pilar Ruiz es la madre de Joseba Pagaza -asesinado por ETA el 8 de febrero de 2003- y es una mujer de armas tomar que va a vivir a dos portales de De Juana, en la misma acera.Tengo miedo de que un día se cruce con él y se le encare. Pilar, que te conozco...

5
Seguir manteniendo el milagro...

Porque es un milagro que, después de 40 años y un millar de muertos, nunca en España haya habido una venganza personal contra los asesinos de ETA. Ni siquiera nos ponemos a investigar dónde viven, qué hacen, cómo están, como hacen ellos con sus revistas y periódicos para marcarnos como objetivo. Jamás podemos convertirnos nosotros en los violentos. Yo sentí la tentación, como toda persona a la que le hayan arrebatado lo más querido. Al principio, el cristalero me torcía la cara, miraba hacia otro lado, bajaba (la bajaba él, nunca yo) la cabeza. En los últimos tiempos su actitud cambió.Sobre todo durante esta negociación inocente y estúpida de un Gobierno que no supo ver que ya no se debían dar más oportunidades a un diálogo imposible. A partir de ahí sí empezó a mirarme a los ojos. Qué rabia sentía. Qué ganas de decirle lo que siento.Y también se encaraba retadoramente a mis escoltas.

Yo, a diferencia de muchos de vosotros, llevo escoltas. Desde hace 10 años. Porque conmigo ni siquiera han descansado durante las treguas. Y aunque yo no soy nadie importante, soy sólo una mujer que pelea lo que puede por la vida, el 12 de marzo de 2001, en plena tregua, me enviaron un libro bomba... Vaya campaña de fomento de la lectura.

6
El asesino, que haga la cola del súper

Parece una banalidad, pero os vais a encontrar con este hombre, si tiene la desvergüenza de hacer la vida de cualquier ciudadano, en vuestras actividades cotidianas. ¿Si os lo encontráis en la cola del supermercado? Seguid ahí. Sin apartaros. No le deis la satisfacción de huir de la coincidencia. Que haga la cola.Que no sienta que tiene poder sobre vuestras vidas. No lo tiene.No lleva la pistola que sí le dio ese poder ante la inocente presencia de nuestros padres muertos, de nuestros maridos muertos, de nuestros hijos muertos... Mi marido va siempre a mi lado, y por eso yo nunca le tengo miedo a nadie.

7
Aprender a salir a la calle

Porque vosotros, mejor que nadie, sabéis que esta sociedad nuestra está enferma. Es una sociedad que tiene más miedo a cruzarse con las víctimas que con los asesinos. Una sociedad que victimiza a los asesinos. Yo he pasado mi vida sola. En Azkoitia casi nadie me dirige la palabra porque tienen miedo a que ellos piensen que son amigos. La profunda soledad de las víctimas se combate junto a tu familia y junto a otras víctimas. Son los únicos que te pueden -que te quieren- comprender. Ahora que De Juana vive con vosotros, quizá algunos amedrentados que antes eran vuestros amigos y vecinos más cercanos crucen la calle para evitaros, haciéndose los distraídos. No los juzguéis. El miedo es libre.Somos discriminados como los judíos en la Alemania nazi. A mí, lo que más me duele de todo esto, es que hasta yo me tengo que discriminar a mí misma por razones de seguridad. Lo que más siento de esta situación es no poder pasear a mis nietos por las calles de Azkoitia. Que me toquen a mí, pero nunca a ellos. ¿Hay alguien, incluso de ETA, que no comprenda esta frustación de abuela? Sacarlos a pasear. Lo que daría yo por hacerlo un día.

8
La importancia de «la otra familia»

Pilar Ruiz, la madre/viuda de Joseba Pagaza y vecina de De Juana, es una de mis mejores amigas. Hay 1.000 muertos de ETA. ¿Cuántos familiares y amigos somos? ¿10.000? ¿50.000? Yo tengo amigos en las asociaciones de víctimas del 11-M. Las víctimas somos una hermandad. Una logia de adscripción involuntaria y dolorosa.Pero en los colectivos, en el mío y en otros, he encontrado esos amigos que perdí cuando en Azkoitia los miedosos me empezaron a torcer la cara. Nosotros podremos equivocarnos o acertar, pero lo que ya no tenemos, ninguno, es miedo. Nos lo extirparon para siempre el día más triste de nuestras vidas. Como se extirpa la apendicitis. Pero a tiros.

9
No hacer política con las víctimas

Mi sobrino preferido es rojo. Yo soy del PP. Nos llevamos estupendo.Porque todos somos víctimas. Quizá la actividad política os pueda ayudar a algunos. No a todos. A mí me ha llenado el tiempo y ha armado mi espíritu de lucha. Aunque a veces he caído en la desesperanza. En las últimas elecciones, como el tema del cristalero me había hecho la persona menos popular y menos saludada de Azkoitia, propuse al PP que me sustituyera. Dijeron que no. Gracias. La valentía pierde votos. Vale. País enfermo, enfermeros sanos.

10
No dejes que te quiten más

Que no te quiten la calle. No te vayas de tu casa. Aunque sepas que ni siquiera tus nietos van a conocer la paz. Cuando mataron a mi marido, me pasé tres días sin hablar y sin salir a la calle.Nunca más. Es mi calle, es mipueblo, es mi país. La guerra de guerrillas nunca se le ha dado mal a nuestra raza. Que aprendan Historia.
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LA HISTORIA INTERMINABLE
El 8 de enero de 2006 «Crónica» ya denunciaba la necesidad de preservar a las víctimas de la convivencia con sus verdugos con el caso de Pilar Elías. Treinta meses después, la exclusiva sobre el empadronamiento de Iñaki De Juana Chaos en la calle donde viven otras cinco víctimas de ETA ha revolucionado a la opinión pública. Se espera respuesta gubernamental.

Rosa Mundiñano, su fe y un buen día

Salvador Ulayar Mundiñano

ABC. 29 de agosto de 2007

El periodista y amigo Javier Marrodán, en su libro «Regreso a Etxarri Aranatz», relata la peripecia vital de la familia Ulayar Mundiñano antes y después del asesinato de nuestro padre, Jesús Ulayar, el 27 de enero de 1979, a manos de ETA, así como la de otras víctimas del terrorismo en Navarra. Transcurridos veinticinco años, el 24 de enero de 2004 e impulsado por Libertad Ya, se celebró un homenaje a su memoria y a la de todas las víctimas en Etxarri Aranatz. Precisamente ese día nació el germen del libro de Javier. La viuda, nuestra amá, Rosa Mundiñano, ha emprendido su último y definitivo «Regreso a Etxarri Aranatz».

Tras larga y penosa enfermedad, el viernes pasado fue perdiendo la consciencia rodeada de hijos y nietos. El domingo, con las manos apretadas entre las de sus hijos, entregó el alma al Padre, alcanzando esa felicidad definitiva que en esta vida nos es tan esquiva, tan imposible. Ella, la viuda de Ulayar, es quien más ha sufrido la historia de difamación, persecución política y personal, asesinato y ulteriores desprecios y acoso a la que fue sometida nuestra familia por el fanatismo nacionalista vasco, ayudado del miedo de los demás. En esta hora en la que nuestra madre disfruta ya de la vida eterna, quiero compartir un par de cosas contigo, querido lector. La primera habla de la fe, al menos del grano de mostaza que atesoraba Rosa. Tras el descomuncal impacto del asesinato de su marido, de nuestro padre, esperó memoria, dignidad y justicia y no se abandonó al odio ni a la venganza. Nunca perdió la entereza y el saber estar, cualidades que le procuraban la serenidad y fortaleza que obtenía de la divina providencia con sus oraciones. Pensó que no podía desmoronarse y en este empeño vivió. ¿Qué iba a ser de mis hijos si en casa encontraban una madre desesperada y hundida?, recordaba. La segunda tiene que ver con aquel 24 de enero de 2004 en nuestro pueblo, el homenaje a Jesús Ulayar. En lo tocante a los años de injusticia, abandono y opresión, de nulo reconocimiento social de la tragedia, Rosa recordaba con emoción aquella jornada: «Un día bueno, un día bueno en mi pueblo», me decía.

Aquel día bueno de nuestra madre fue obra de quienes, frente a la despiadada oposición de los etarras y sus corifeos, se empeñaron en sacarlo adelante: los amigos de Libertad Ya, a cuyo llamamiento respondieron 2.000 ciudadanos comprometidos. Mayores, jóvenes, personas anónimas, creyentes o no, políticos, autoridades -todo el Gobierno de Navarra-, sindicalistas, militares, otras víctimas, profesores, algún cineasta, periodistas, etc. Gracias por aquel «un día bueno» que nuestra madre saboreaba en sus últimos años.

Salvador Ulayar Mundiñano, hijo de Jesús Ulayar, asesinado por ETA