Teresa Jiménez-Becerril
El Mundo. 11/11/2006
Si alguien aún albergaba algunas dudas sobre la legitimidad de este humillante proceso de paz al que asisitimos los españoles como convidados de piedra, las últimas declaraciones del señor Zapatero las habrán disipado. Se dice que, conversando amistosamente con varios periodistas, el presidente del Gobierno resaltó la coherencia que el terrorista Ignacio De Juana Chaos -culpable de 25 asesinatos- demostró mientras era juzgado, al afirmar que sus palabras no eran amenazas, sino «crítica política», lo que venía a confirmar sus informaciones acerca de los sentimientos del multiple asesino.
Las palabras textuales del presidente, formales o informales, fueron: «De Juana Chaos está a favor del proceso de paz». Desconozco si quienes las han escuchado han sentido mi misma vergüenza; aunque, claro, yo, al ser víctima directa, según los que tratan con ETA, he dejado de ser una persona juiciosa para convertirme en una ser irracional. Confrontaré mi opinión con la de aquellos que no han sido perjudicados directamente, aunque sospecho que su indignación habrá igualado a la mía, ya que la moral no tiene nada que ver con el dolor.
No hace falta haber perdido a un ser querido para sentir desprecio por alguien que se atreve a justificar la conducta de uno de los más sanginarios criminales que hemos conocido en España. La inteligencia o la prudencia, ya que la decencia no parece inspirar sus acciones, deberían recordarle a Zapatero que alguien que lleva sobre sus espaldas el peso de tantos muertos no es el más indicado para tirar del carro de la paz. Yo jamás llegué a unirme a esa falsa caravana de oportunistas, pero si lo hubiera hecho, bien sabe Dios que con sólo ver a Ignacio de Juana Chaos acompañando a la comitiva hubiera echado a correr, maldiciendo el día en el que creí en un gobernante que había conseguido convertir una palabra tan valiosa como paz en algo carente de significado, o peor aún, que había utilizado la imagen de la paloma blanca para defender algo tan indigno como una traición.
Presidente, sus fuentes le aseguran que este terrorista -que seguirá pagando sus culpas algunos años más-, está a favor de salir del conflicto. No hace falta tener muchas luces para saber que de donde quiere salir este hombre es de la cárcel y que de lo que está a favor es de cualquier proceso que le permita hacerlo. Que no haya apuntado al fiscal gritándole que le va a meter siete tiros, o que no haya dado la espalda a los jueces entre risas compartidas con su compañera de asesinatos, no nos descubre a alguien mejor que Txapote o Bilbao, sino a un individuo que no está dispuesto a comerse el turrón entre rejas ni un año más.A pesar de las recomendaciones del jefe del Ejecutivo, los jueces no han sido lo suficientemente flexibles y la consecuencia inmediata será que Iñaki, el héroe no podrá brindar con champán ni por nuestros muertos, ni por la independencia de Euskal Herria. Sus seguidores deberán tener paciencia. Antes, solía hacerlo desde la cárcel, ahora prefiere ayunar, que es más efectivo.
Hace unos días, De Juana Chaos después de que el fiscal le preguntara si él pertenecía a ETA, respondió: «En 1985, sí». Yo quisiera refrescarle la memoria a este individuo. Cuando en 1998 asesinaron al matrimonio Jiménez-Becerril, seguía siendo de ETA. Como muestra, citaré algunas frases de la carta que escribió para celebrar la muerte de mi hermano y su mujer:
«En la cárcel, sus lloros son nuestras sonrisas y terminaremos a carcajada limpia. (...) Me estoy tragando todas las noticias del ekintxa [atentado] de Sevilla. Me encanta ver las caras desencajadas que tienen... (...) Con esta acción ya he comido para todo el mes. ¡Perfecta! Ahora están empezando a recoger todo el sufrimiento que desde hace décadas vienen repartiendo entre los presos, y eso que todavía seguimos siendo monjitas de la caridad...».
Entre otras referencias al dolor de mis sobrinos, que no deseo citar, termina diciendo: «¡VIVA ETA! ¡Dale que te pego hasta vencer!».
Era el 9 de marzo de 1998. Me consta que ha seguido no sólo celebrando las acciones de la banda terrorista, sino, lo que es más grave, amenazando y señalando objetivos, hasta que se iniciaron las actuales negociaciones. La nueva sentencia permite que quienes creemos en la Justicia sigamos creyendo, a pesar de que la espada de Damocles de los trucos legales pende sobre nuestras cabezas. Celebro que los jueces hayan mantenido su independencia frente a quienes pretendían disfrazar las inequívocas intenciones del etarra confundiendo la apología del terrorismo con pura crítica política para ajustarse a los objetivos del Gobierno.
Quisiera que los españoles supiesen quien es verdaderamente este aspirante a escritor que no necesita patear los cristales de la sala penal, ni amenazar publicamente a quien lo juzga, porque los inocentes a los que ha asesinado han marcado su cara para siempre y ni siquiera las dulces palabras del presidente de la nación a la que el terrorista tanto odia lograrán borrar el gesto que distingue a quienes desprecian la vida de los que no piensan como ellos. Y esta nueva huelga de hambre lo demuestra. No admite nuestras leyes. De ahí su nuevo desafío.
Comprendo que haya quien no quiera saber, quien desee que este proceso de no se sabe qué termine de una vez por todas. Aceleren señores negociadores; inventen un nombre para la independencia del País Vasco y una fórmula mágica para sacar a los presos etarras sin ser vistos, porque quienes creyeron en ustedes están empezando a quedarse sin argumentos para defender lo que muchos jamás defendimos. Olvídense del PP y de las víctimas, quienes desde el principio fuímos señalados como enemigos del bien común. En breve serán los que les dieron su confianza quienes, hojeando un periódico distinto al habitual, leerán lo que no querían leer, sintonizando por error una emisora, oirán lo que nunca hubieran querido oír, y en su televisor se colará una imagen que preferirían no haber visto.
Ese día, su odio al adversario político, su desprecio por un mundo que consideran injustamente heredero del franquismo y su deseo de pertenecer a ese progresismo global que les otorga una superioridad moral, no será suficiente para seguir aprobando un proyecto político que nació bajo el signo de la mezquindad y que, bajo el manto de la paz, cada día esconde una nueva inmoralidad.Y no quiero volver a oír «¿pero algo habrá que hacer?», si ese «que hacer» significa que es mejor ver a De Juana Chaos firmando libros en un centro comercial que verlo preso. Si ese «que hacer» quiere decir ignorar el rearme mediático de ETA. Si ese «que hacer» nos lleva a avalar el proyecto político de Batasuna en Europa. Si ese «que hacer» nos convierte en seres inmorales e injustos.
Invito a quien aún tenga los ojos cerrados a abrirlos, a afrontar lo que ve, a hablar sin complejos, sin temer ser tachado de derecha extrema, por reivindicar lo que yo reivindico. A tender la mano al adversario político, que siempre será menos peligroso que tendérsela al verdadero enemigo; ETA.
Haciendo esto ustedes, quienes leen estas líneas ahora, simplemente, estarán ejerciendo su libertad, no atacando al Gobierno como quieren hacerles creer. Son mi última esperanza, no vean en mí una herramienta en manos de nadie. Mi único faro es la Justicia y espero que su luz alcance a la mayoría de los españoles, en los que sigo creyendo.
Teresa Jiménez-Becerril es hermana de Alberto Jiménez-Becerril, concejal del Partido Popular en Sevilla, asesinado por ETA junto a su esposa en 1998.
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