David Gistau
El Mundo. 3 de enero de 2007
Su reacción pasmada y el escaqueo a Doñana durante las horas posteriores al atentado de la T-4 hicieron que 'Zetapé' recordara a aquel Bush que leía un libro infantil del revés mientras las Torres eran atacadas. Cuán parecidos fueron esos dos semblantes como de haberse pillado la picha con la cremallera que delataron bloqueo ante lo imprevisto e incapacidad de cumplir con las exigencias del liderazgo en una situación crucial. La bomba de ETA, con sus dos muertes accidentales, revienta la legislatura y convierte a Zetapé en un pato cojo prematuro para el que Osvaldo Soriano tiene una de esas combinaciones de tres adjetivos que tanto gustan al todavía presidente: triste, solitario y final.
Como a Zetapé no le ha salido el conejo de la chistera, ahora hay que regresar al Pacto Antiterrorista y recuperar la ayuda de las fuerzas políticas que fueron vapuleadas y enviadas al exilio interior por los intereses de una estrategia fallida. Es decir, que hay que volver a esos mismos principios por los que fueron puestos a parir desde el Gobierno y el periodismo orgánico todos cuantos los defendieron en los últimos meses, ya se tratara de cavernarios del PP nostálgicos de la muerte, de asociaciones de víctimas o de los escasos disidentes del PSOE tan acosados desde dentro como Rosa Díez. Si se trata de regresar a todo eso, a la unidad contra el terrorismo, a la firmeza desde todos los resortes del Estado -político, policial, social y judicial-, este Gobierno no puede ser el que lo haga. Porque ya nadie le cree.
Porque este Gobierno es el que ha desgastado la cohesión que ahora demanda. Porque es el que le ha comprendido las razones al terrorismo y no en cambio a las víctimas. Porque es el que ha alterado la semántica para hacer pasar a los terroristas por hombres de paz y estadistas. Porque es el que ha consentido chivatazos policiales e intervenciones judiciales que debilitaron la defensa antiterrorista.
Porque es el que sacó a la calle al equipo pancartero habitual para que deshiciera la unión social suplantando las manos blancas por rosas blancas. Porque es el que ha tolerado la recuperación de Batasuna como sujeto político e incluso ha planteado, apenas horas antes del atentado, reformar el Estatuto para permitirle el acceso a cuotas de poder. Porque ha fracasado en la apuesta a la que confió su legitimidad e incluso su posteridad. Porque, en suma, ha destruido todas las convenciones antiterroristas cuyos pedazos ahora intentará arreglar como quien vuelve a montar un reloj que primero rompió.
Por todo esto, y si ahora hay que volver a ocupar las posiciones que fueron abandonadas por Zetapé, nos merecemos un Gobierno que no esté manchado y al que no quepa reprochar que fue él quien nos debilitó para reforzarlos a ellos. Es hora de convocar elecciones. Y ojalá que a ellas se presente un PSOE más parecido a como lo concibió Nicolás Redondo que a este partido pasmado que, con tal de traicionar, se traicionó incluso a sí mismo.
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